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Sara Martínez, con su hijo Lucas, de ocho meses, en el salón de su casa. Fotos y vídeo: Javier Rosendo

«Pensaba que, después de ese tiempo separados, mi hijo no iba a querer nada conmigo, pero es supermadrero»

RELATO COLECTIVO DE LA PANDEMIA ·

Sara Martínez es vecina de Ruente y dio positivo en covid cuando dio a luz. Tardó dos semanas en ver a su hijo | Este reportaje forma parte del suplemento '2020. El año del covid' que se publicará el próximo miércoles, 30 de diciembre, con El Diario Montañés

Sara Torre

Santander

Viernes, 25 de diciembre 2020, 08:23

Si a Sara Martínez le correspondiese en la actualidad definir el protocolo de actuación para una mujer que ha dado positivo en covid justo antes de dar a luz, no diferiría demasiado del que le tocó seguir en el mes de marzo y principios de abril, cuando nada más nacer Lucas tuvo que separarse de él durante catorce largos días, que creía iban a hacer mella en su relación futura. Le había visto en persona, tras la cesárea, durante medio minuto aproximadamente, cuando el personal sanitario se le mostró a cierta distancia. Después, solo en las imágenes que recibía en su teléfono móvil.

La primera en la que aparece ella junto a él la tomó nada más tener en su mano el test con el resultado negativo, ya que era una foto muy solicitada por sus familiares. Desde entonces, no sabe si por lo acontecido o por el propio instinto no se quiere separar de él. «No me gusta dejarle con nadie», explica.

Entre lo que se esperaba encontrarse tras el tiempo de cuarentena y lo que está viviendo, sale ganando. «Me daba miedo, pensaba que no me iba a conocer, que no iba a querer nada conmigo, pero es supermadrero», celebra Sara, que en aquel momento sufría por perderse «todo lo que es natural» y creía importante para formar un vínculo con el pequeño. Fue la abuela materna quien permaneció encerrada literalmente en la habitación del hospital junto al niño durante los tres días después de su nacimiento. En ese tiempo, no pudo salir y como le había pillado desprevenida, «no llevaba ni ropa para cambiarse».

Lo más duro para la madre primeriza empezó cuando llegó a su casa, en Ruente, y se aisló en una habitación de la planta baja, mientras su marido se hacía cargo del recién nacido con la ayuda de la madre de Sara, en la primera planta. «Cuando estaba en el hospital, bien, pero cuando llegas a casa y le oyes llorar y todo eso, es terrible no poder cogerle y calmarle», describe.

Aquella situación ya pasó y quedará para contársela una y otra vez a Lucas en el futuro. Ahora, la familia está «muy bien», aunque «como todo el mundo, aislados» y el miedo de Sara es «que se repita la situación, pero al revés», que sea el niño el que se contagie. «Como hay bebés que tienen que estar en el hospital... Me daría algo si tengo que estar separada de él», teme.

Para reducir riesgos, cumple las normas de manera escrupulosa y con vistas a las Navidades, sólo se reunirá en la mesa con aquellos con quienes la comparte cada día.

Nada más sale de su pueblo para hacer los recados y por Ruente no ha sabido de muchos casos positivos: «Puede que cuatro o cinco en total». Por tanto, sigue paseando con la silla de su niño con relativa tranquilidad, aunque reconoce que le da cierta pena no encontrarse «a nadie», sobre todo a raíz del cierre de la hostelería. «Como mucho puedes cruzarte con uno o dos vecinos», comenta.

En cuanto a su estado de salud, ninguna secuela le tendrá que recordar este episodio. Ni siquiera en su momento tuvo síntomas y el diagnóstico se realizó a raíz de la prueba rutinaria que se había impuesto para las cesáreas programadas poco antes del día de la suya y que actualmente tienen que realizarse todas las mujeres antes de dar a luz, así como sus acompañantes.

«Ahora mi miedo es que la situación se repita pero al revés y sea el niño el que se contagie»

Con su integridad física intacta, dentro del box, sentía angustia por la otra gente que también estaba infectada con unos u otros síntomas, mientras a ella se le daba prioridad, «por estar embarazada».

Hasta ahora no ha sabido de ningún caso igual, aunque tiene amigas que han pasado o están pasando sus embarazos, «muertas de miedo y rezando para que no les ocurra lo mismo». Y eso, que los protocolos han cambiado. «He oído esta semana que las madres sí que pueden estar con los niños, incluso les pueden dar el pecho con mascarilla», comenta Sara, que no obstante, cree que aún habiendo tenido lugar ahora la situación, habría guardado muchas distancias.

En cuanto a lo positivo de la historia, esta madre se queda con el trato recibido por el personal santitario del Hospital de Valdecilla y también de su centro de salud: «Para mí, lo hicieron todo superbien; cuando a día de hoy quien tiene covid todavía está un poco estigmatizado, todo el mundo fue muy cariñoso».

Lo que ibaa ser una cesárea programada en Mompía se convirtió en una película de ciencia ficción cuando esa misma mañana la madre conoció su positivo en coronavirus.

Lucas tiene ocho meses y «sigue siendo superbueno, como entonces». Del coronavirus «ni se ha enterado». Y si en algo le ha afectado, como bromea su madre, es en que «como sólo está en Ruente, cuando le sacas a otro sitio está como salvaje».

* Este reportaje forma parte del suplemento '2020. El año del covid' que se publicará el próximo miércoles, 30 de diciembre, con El Diario Montañés. Sus páginas recogen las vivencias de cientos de lectores que este año se han asomado a El Diario para contar su experiencia tras la irrupción del coronavirus.

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