La calidad diferencial, un pilar básico a poner en valor

Antes de la pandemia, las características del mercado agroalimentario se fundamentaban en una 'industria alimentaria' que era el agente con mayor influencia en la toma de decisiones en el sistema. Parece que, a partir de esta crisis, se va a dar un desplazamiento vertical de la importancia económica y decisoria hacia las etapas más próximas al consumidor, que pone en valor el origen y territorio de elaboración de los productos.

Nos fijamos más en los productores, valoramos más su esfuerzo y, en la cadena de consumo, les damos un peso mayor. Y queremos, como consumidores, que cada eslabón de la cadena vea recompensada su labor.

Han estado ahí, en los peores momentos, y ahora debemos ser nosotros los que hemos de responder. Con responsabilidad, con sabiduría, porque al fin y al cabo somos conscientes del valor que tiene su trabajo en el funcionamiento de planeta, y en la buena marcha de nuestra propia salud.

Hoy en día, tanto la gran industria como la distribución son conscientes de estas nuevas circunstancias y saben que tienen que dirigirse a un consumidor más exigente, más consciente, y que cada vez está más informado y preparado para la toma de sus decisiones.

Ahora queremos conocer desde las características nutricionales de los alimentos hasta los beneficios que la correcta alimentación aporta a la salud y al medioambiente, buscando alimentos sostenibles y beneficiosos para el futuro del planeta.

Por estas razones, un pilar básico sobre el que se asienta la política de esta Consejería que tengo el honor de dirigir, es la consecución de unos 'Alimentos de Cantabria' estrechamente ligados al concepto de 'calidad diferencial', es decir, incluyendo en la 'calidad comercial' aspectos diferenciadores como: características organolépticas, origen geográfico, elaboración tradicional, producciones que sean respetuosas con el medioambiente, etc.

En Cantabria tenemos grandes producciones artesanales que cumplen con todas estas exigencias, lo que se traduce en que disponemos de nueve figuras de calidad diferenciadas, registradas en la Unión Europea: cuatro Denominaciones de Origen, cuatro Indicaciones Geográficas y la Agricultura y Producción Ecológicas.

Debemos ser capaces de ponerlas en valor, de darles el lugar que merecen, ya que suponen un plus de calidad, cada vez más demandado por el consumidor. Hemos avanzado mucho, y no podemos ignorar el esfuerzo realizado por nuestros agricultores y ganaderos, desde el ingreso de nuestro país en la UE, y lo dura que ha sido su transición hacia la integración en la Política Agraria Común, modernizando sus estructuras productivas, apostando por las producciones extensivas y de calidad certificada, concentrando la oferta en origen a través de cooperativas y organizaciones de productores y aportar alimentos seguros y de gran calidad.

En Cantabria tenemos un capital humano y empresarial agroalimentario de primer orden, del que nos tenemos que sentir enormemente orgullosos. Su perseverancia y esfuerzo, nos ha proporcionado alimentos siempre, y especialmente en los momentos más críticos de esta pandemia.

Esta fortaleza es la que debemos conservar y saber aprovechar para salir delante de esta terrible crisis, unidos, más fuertes.

Ahora, más que nunca, debemos defender los pilares básicos de nuestra producción agroalimentaria: Dar el valor que merece cada paso de la cadena, lograr mantener nuestra esencia sabiendo adaptarla a los nuevos tiempos, y trabajar por el futuro de nuestro medioambiente a través de la sostenibilidad de nuestras producciones.

Este va a ser nuestro sino.